En la vida nos cuesta entender el sentido de las cosas, por eso conviene recordar a los poetas como Federico García Lorca para recordar que “los pueblos son libros y las ciudades, periódicos mentirosos”. España es un país de pueblos, con una historia cultural y lingüística única y que convierten a este Estado en uno de los referentes mundiales. 

 

De hecho, es uno de los países con mayor patrimonio en el mundo. Este legado se debe a la población que sucesivamente ha habitado los actuales 8.131 municipios españoles. Solo 63 tienen más de 100.000 habitantes, mientras que 6.827 municipios tienen menos de 5.000 habitantes, es decir, en el 84% de nuestras localidades viven alrededor de cinco millones de personas (menos que en Madrid).

 

Esta pandemia que no nos quitamos de encima y las inclemencias meteorológicas que estamos viviendo, como las nevadas de este invierno, desvelan un mapa de España con grandes desigualdades y con un claro abandono de los municipios pequeños. El panorama es desolador cuando justo debería ser una oportunidad para rehabilitar estas pequeñas localidades, recuperar su vida y su entorno.

 

Mientras tanto nos encontramos con una Castilla y León que encabeza el ránking de la comunidad con mayor número de municipios (2.248) y con Salamanca, Burgos, Zamora y Ávila como las provincias con mayor número de municipios que pierden población. Paradójicamente, la autonomía más afectada por el vaciamiento de los núcleos rurales es la comunidad que más patrimonio cultural y medioambiental acumula de toda España.

 

Si no revitalizamos nuestros pueblos, vamos a tirar por tierra una oportunidad para fomentar la vida rural, además de perder nuestra propia identidad.  En este momento tan histórico para todos, cuando tenemos la ocasión de recibir ayudas económicas de la Unión Europea, debemos realizar las inversiones necesarias en infraestructuras, en colegios, en centros de salud, en conectividad de las zonas rurales, en accesibilidad para todos.

 

Allá donde se ha fomentado la vida en los pueblos, sus gentes han vuelto a sus casas de toda la vida. El beneficio económico, social y ecológico de la revitalización de los pueblos también es provechoso e imprescindible para el resto de la población. No podemos dejar abandonada nuestra esencia. Y si no lo hacemos, ¿quién se va a encargar de nuestra tierra, nuestros bosques, nuestro patrimonio, nuestra cultura? ¿Cómo vamos a poder vivir en megaciudades frágiles, tan expuestas al cambio climático? 

 

Todo sin perder de vista la puesta en marcha de medidas en favor de las personas con discapacidad porque no se pueden olvidar los pueblos de una parte de su población.

 

Hay que releer a los académicos y como decía Miguel Delibes, escritor castellano y maestro de muchos periodistas, “la cultura se crea en los pueblos y se destruye en las ciudades”.